Me exprimieron hasta dejar mi ilusión muda.
Me dejaron los pulmones amargos y encharcados de palabras muertas
en el pecho.
Me metieron en una jaula y cuando pude salir había olvidado volar.
Me convencieron de que los espejos jugaban al escondite conmigo.
Pero nadie pudo callar mis manos.
Nunca pudieron y nunca podrán.
Nea Thea.
Muy bonito, tus versos ayudan a pasar las frías y largas noches de Varsovia.
Siempre se puede aprender a volver a volar.
Sigue así!!
Gracias Gonzalo. ¡Qué alegría saber que mi eco ha llegado tan lejos! Muchos besos.
Nadie calla a nadie. Nadie puede callar a nadie. Me gusta mucho ese exprimir mucho las palabras.
Hay ecos que duran una eternidad.